Mónica Sarmiento Castillo Archer
por Gerard Xuriguera
París, Diciembre 2002

No sabríamos limitar la obra de un artista a sus anclajes identificativos, por mucho que los orígenes, la formación, los fundamentos de la cultura nacional, el clima, los parámetros geográficos y sociales, reflejen lo que hay de específico en cada comunidad humana. Este preámbulo vale para la mayoría de los artistas, y por lo tanto para aquellos que han elegido expatriarse, con el fin de ensanchar sus registros estilísticos y sentir otras experiencias, el recuerdo engrandeciendo el país alejado.

Dicho esto, por mucho que, como lo decía Dantón, "Uno no se lleva consigo la patria pegada a la suela de sus zapatos", la evidencia nos lleva a considerar el trabajo de algunos practicantes, en función de sus raíces. En estos tiempos de globalización cultural, donde la aventura de ideas se adelanta a la pintura, y por consecuencia, a la materia, es reconfortante encontrar una artista que no olvida los alrededores de su tierra natal, y no duda en comulgar con la naturaleza, en lo que ofrece más elemental y más tónico.

Valenciana de adopción, Mónica Sarmiento, llegada hace aproximadamente dos años de Quito, no se ha deshecho de su manera tan singular de jugar con los ritmos vegetales, de retorcerlos, de recortarlos y de articularlos sobre sus soportes de madera, dejándolos respirar de un modo intersticial, casi laberíntico, tanto sus redes sutilmente traslapadas, toman direcciones inesperadas. Sin embargo, el conjunto de elementos se constituye en un todo indisociable.
Haciéndose, una libertad conquistadora, pero perfectamente dosificada, dirige la mano voluntaria y precisa de Mónica, al hilo de los entrelagos, de pétalos, y de segmentos en espiral, que ella distingue, posiciona y estructura, con una espontaneidad concertada y una energía en estado bruto, sobre tableros de ajedrez arácnidos. El color, ardiente y contrastado, aporta aquí su contribución cálida y vivaz a la elaboración de sus catastros con venas, llenos de savia tropical que vibran al aliso de miradas de fragmentos de cortezas de limones, de naranjas, de plátanos, de yucas, de pulpas o de hojas variadas, de las cuales la manera de formar procede a la vez de una búsqueda paciente y meticulosa y de un lirismo vigilado. Finalmente, añadiremos a este inventario de texturas y temático, tejido con materiales los más humildes, el lugar acampado por el árbol, macizo, imponente, vacilante o estático, en su vocabulario de base, sin omitir el fulgor del astro solar o de las evocaciones de la tierra.

En estas regiones de efervescencia contenida por una trama geométrica reguladora, el mundo de las apariencias reivindica sus legítimos derechos, en la medida donde el referente no sufre alteraciones desplazadas, ni deformaciones sistemáticas. Mónica no pasa por lo tanto por una narración en el sentido estricto, se contenta con evocar sus sujetos, con sugerir la masa, con articular los planos, con concentrar el crecimiento alveolar, con difuminar los movimientos, dicho de otra manera, con perfilar la síntesis, pero sin mutilar lo reconocible.
Lejos de los gestos aprendidos en la escuela de Bellas Artes, que ella ha digerido lúcidamente y de los que ha sacado su provecho, armada con sus manos expertas, con su paciencia, con su intuición y su sentido táctil, más allá de prácticas de estilo, ha sabido inventar una escritura a ninguna otra comparable, al margen de un exotismo de circunstancia y de una figuración carente de renovación. Ni pintura, ni escultura, ni objeto, pero más bien relieves policromos, sus superficies agrestes, de ramificaciones variadas, desarrollan una animación sensitiva que nos habla sin ocultar las metamorfosis de esta suntuosa e insumisa naturaleza del sur ecuatoriano donde a Mónica le gusta renovarse, expresando siempre su fuero interior que la anima.

Hay, ciertamente, algo de primitivo, lleno de reminiscencias orgánicas localizadas, en sus relieves poderosamente expresivos, y conjuntamente, a parte de sus acentos particulares, una nota muy contemporánea en la puesta en página, el todo bajo-tendido por una verdadera poetización del espacio.
Ahora, Mónica es quizás la heredera de una cultura milenaria, pero ante todo es ella misma: una artista independiente fiel a su proyecto, cuya obra solidaria y prometedora hoy, está lista para el mañana.
Composiciones de Mónica Sarmiento "Sangoracha"
por Luis González Robles
Ex Director del Museo Nacional Español de Arte Contemporáneo de Madrid
Madrid - Febrero 2.001

Mucho nos dice de su fama, de la delicadeza e íntima emoción que Mónica Sarmiento "Sangoracha", pone en la elaboración de sus composiciones plásticas en su versión de la Naturaleza, en la que existe una personal invención de sencillez digna del mejor encomio por la singular cualidad de un equilibrio argumental que cumple los requisitos de lo armónico, creando un concepto muy personal de ese mundo de la naturaleza de relaciones espaciales, cósmicas y líricas por la preponderancia de su espacial materia colorista de una gran eficacia, repito, por esa su cualidad de lo equilibrado de un esquema que cumple los requisitos de lo armónico, dándole una dimensión humana al paisaje tan necesario de vivirlo interiormente como lo demuestra en sus composiciones Mónica Sarmiento "Sangoracha"

Esto es, para mi, lo esencial en estas obras, cuyo cromatismo trasciende los umbrales -los límites- de lo natural, resaltando lo significativo como importancia existencial de su mensaje plástico, todo ello en un trabajo razonado e inteligente.

Sangoracha: la nueva vida de lo natural
Por: Hernán Rodríguez Castelo, de la Academia Ecuatoriana y
la Asociación Internacional de Críticos de Arte.
Alangasí, en el Valle de los Chillos, junto a Quito, Enero 2.000

La trayectoria de la ecuatoriana Sangoracha es una aproximación cada vez más honda y rica a la naturaleza. Cuando empieza, a poco de terminada la academia, sufre el influjo avasallador de un poderoso creador de formas, el pintor y escultor geométrico constructivista Estuardo Maldonado. Y entonces preside un proceso de asimilación de esos juegos formalistas y abre caminos de liberación la naturaleza. En particular las palmeras, que tan bellas en sus trazos elongados, tan rítmicas en sus composiciones lineales de tallos y agujas, se vuelven leitmotiv composicional y rítmico.

Pero todo aquello era plano: planos los colores –algunos, por descontado, en bellísimas combinaciones-; plana la materia. Y en la naturaleza no existe lo plano. Y, aun en el caso de juegos con cálidos, era frío. Con la frialdad de la geometría.
Así que la artista, ahondando en el mensaje de las palmas, se volvió de lleno a la naturaleza. Comenzando por la materia. Elementos formales y texturas surgieron de material orgánico: naranja, yuca, plátano; cortezas y pulpas; tallos y hojas.
Y se aprovechó del ejercicio constructivo anterior para reducir toda aquella vida a los rigores de composiciones tan sólidas como para ordenar todas las libertades de formas y materia.

Cabe ver en estos cuadros el proceso. Primero, grandes líneas y bloques compositivos, agitados ya  por ritmos provenientes de la naturaleza. Luego, la inclusión de la materia natural, que llega con ricos y sutiles aportes de textura. Y entonces el color para convertir todo aquello en ese microcosmos autónomo, tenso de belleza y sentidos, que es el cuadro.

El proceso se cumple con ricas variaciones en cada pieza. Hay una, en verdes y amarillos que forman como una enorme copa arbórea, fastuosa de juegos de formas pequeñas –foliáceas-, que, como hojas naturales que son, aportan, cada una, sus texturas que testimonian vida. En otra, ocres amarillos y casi rojos, en rítmica composición cromática, sumen los elementos naturales.
Pero esas entidades tomadas de la naturaleza –a veces de lo que el humano ha desechado como simple basura- ha cobrado una nueva vida, que invita a apreciarla, a sentirla. Esta es una expresión pictórica táctil, que de modo táctil ha de ser apreciada en un momento de mayor adentramiento en la obra. Así, por ejemplo, un cuadro en verdes y azules, con ligeros iluminados amarillos, es hermoso, visto; pero incita a la aproximación táctil. Las texturas son las rugosidades de las hojas de cutul –el cofre de la mazorca de maíz-, que dibujan fina caligrafía de apretadas paralelas.

Y en los cuadros pequeños (40 por 40 centímetros), verdaderas joyitas, tras la primera impresión, espera al espectador el placer de texturas inventadas por la naturaleza. En uno se ha trabajado con hojas de matico –esa planta medicinal tan usada por la medicina indígena andina-, y las hojas aportan sus texturas de belleza como el humano no habría podido soñar.

En suma, que esta joven artista, llegada a Quito desde una tierra sureña que confina con los desiertos peruanos, trajo una expresión visual que nos impone ver y nos incita a tocar lo que la sabia naturaleza ha elaborado milenariamente. Y la ha hecho hasta con lo más humilde de la naturaleza, lo desechado por una civilización que, ávida de consumo y torpemente utilitaria, menosprecia cuanto no le ofrece placer o lucro inmediato y fácil. Y lo ha hecho por aquí hay que comenzar y con esto se ha de terminar- en muy buena pintura.
EL CONSTRUCTIVISMO DE MONICA SARMIENTO
por Vicente Alcaraz
Valencia 2005

La obra pictórica de Mónica Sarmiento mediante su mensaje plástico, muestra la originalidad de una pintura producto del exhaustivo trabajo e investigación, dónde las  materias orgánicas para reciclar, cortezas, pieles, cáscaras, etc., al igual que, las inorgánicas como tierras,  gravas, etc., cobran vida. Utilizando una técnica, ritmo y armonía que le otorga una  identidad propia de innovación en el mundo del arte.

En la Exposición de la Casa de América en Madrid en 1997 se la señala con <<Aquí comienza otro mundo …>>. Querejena en la Exposición Internacional de Tabacalera Española en 1999 define su obra como: <<la pintora que explora un mundo de ausencias sentidas, desarrollando el entorno de sus vivencias en lo natural …>>. Mediante sus series: Árbol, Paisaje, Naturaleza y Precolombino, recoge la máxima expresión de lo ancestral y del espíritu de la vida,  no sólo captando el color de la amazonía sino yendo más allá. Su personalidad la lleva a conocer los entornos en los que se desenvuelve, obteniendo un contenido preciso mediante su concepción rítmica y geométrica: consiguiendo una obra extraordinariamente peculiar y única, transmitiendo un equilibrio perfecto  a su composición, creando una visión sugestiva en el contexto natural de sus obras.

La obra precolombina de Mónica Sarmiento según Hernán Rodríguez Bustelo expresa “Cabe ver en estos cuadros el proceso. Primero, grandes líneas y bloques compositivos, agitados ya por ritmos provenientes de la naturaleza. Luego, la inclusión de la materia natural, que llega con ricos y sutiles aportes de textura. Y entonces el color para convertir todo aquello en ese microcosmos autónomo, tenso de belleza y sentidos, que es el cuadro”, toda una evolución del arte en la naturaleza realizando un estilo, dentro de un nuevo espacio en lo contemporáneo; su personalidad e identidad son únicas y sorprende no sólo al público sino también a la crítica captando sus obras extraordinariamente la atención.

Xurriguera manifiesta <<Armada con sus manos expertas, con su paciencia, con su intuición y su sentido táctil, más allá de prácticas de estilo, ha sabido inventar una escritura a ninguna otra comparable (…) Mónica es quizás la heredera de una cultura milenaria, pero ante todo es ella misma: una artista independiente fiel a su proyecto, cuya obra solidaria y prometedora hoy, está lista para el mañana>>.
En el arte contemporáneo, tiene un estilo propio  que penetra en la mente de todos con su propia personalidad, su trabajo investigador (pictórico y de las formas escultóricas), disciplina, rigor en su técnica, dibujo e imaginación  consiguen un movimiento, luz-espacio, dimensión y un equilibrio cromático que conforman su singular método de trabajo con una destreza sin límites en el tablero, dándole una gran finura estética.

Mónica Sarmiento, le da a sus obras esa peculiaridad tan difícil para los pintores de la personalidad propia. A distancia se puede decir con toda precisión que es una obra de Mónica Sarmiento.
El constructivismo de Mónica Sarmiento 
por Vicente Alcaraz
Valencia 2005

La obra pictórica de Mónica Sarmiento mediante su mensaje plástico, muestra la originalidad de una pintura producto del exhaustivo trabajo e investigación, dónde las  materias orgánicas para reciclar, cortezas, pieles, cáscaras, etc., al igual que, las inorgánicas como tierras,  gravas, etc., cobran vida. Utilizando una técnica, ritmo y armonía que le otorga una  identidad propia de innovación en el mundo del arte.

En la Exposición de la Casa de América en Madrid en 1997 se la señala con <<Aquí comienza otro mundo …>>. Querejena en la Exposición Internacional de Tabacalera Española en 1999 define su obra como: <<la pintora que explora un mundo de ausencias sentidas, desarrollando el entorno de sus vivencias en lo natural …>>.

Mediante sus series: Árbol, Paisaje, Naturaleza y Precolombino, recoge la máxima expresión de lo ancestral y del espíritu de la vida,  no sólo captando el color de la amazonía sino yendo más allá. Su personalidad la lleva a conocer los entornos en los que se desenvuelve, obteniendo un contenido preciso mediante su concepción rítmica y geométrica: consiguiendo una obra extraordinariamente peculiar y única, transmitiendo un equilibrio perfecto  a su composición, creando una visión sugestiva en el contexto natural de sus obras.

La obra precolombina de Mónica Sarmiento según Hernán Rodríguez Bustelo expresa “Cabe ver en estos cuadros el proceso. Primero, grandes líneas y bloques compositivos, agitados ya por ritmos provenientes de la naturaleza. Luego, la inclusión de la materia natural, que llega con ricos y sutiles aportes de textura. Y entonces el color para convertir todo aquello en ese microcosmos autónomo, tenso de belleza y sentidos, que es el cuadro”, toda una evolución del arte en la naturaleza realizando un estilo, dentro de un nuevo espacio en lo contemporáneo; su personalidad e identidad son únicas y sorprende no sólo al público sino también a la crítica captando sus obras extraordinariamente la atención.

Xurriguera manifiesta <<Armada con sus manos expertas, con su paciencia, con su intuición y su sentido táctil, más allá de prácticas de estilo, ha sabido inventar una escritura a ninguna otra comparable (…) Mónica es quizás la heredera de una cultura milenaria, pero ante todo es ella misma: una artista independiente fiel a su proyecto, cuya obra solidaria y prometedora hoy, está lista para el mañana>>.
En el arte contemporáneo, tiene un estilo propio  que penetra en la mente de todos con su propia personalidad, su trabajo investigador (pictórico y de las formas escultóricas), disciplina, rigor en su técnica, dibujo e imaginación  consiguen un movimiento, luz-espacio, dimensión y un equilibrio cromático que conforman su singular método de trabajo con una destreza sin límites en el tablero, dándole una gran finura estética.

Mónica Sarmiento, le da a sus obras esa peculiaridad tan difícil para los pintores de la personalidad propia. A distancia se puede decir con toda precisión que es una obra de Mónica Sarmiento.

El constructivismo de Mónica Sarmiento "Sangoracha"
por Vicente Alcaraz García
Madrid a, 20 de Diciembre de 1999

Mónica Sarmiento (Sangoracha) es una pintora que podría quebrar con el calificativo del constructivismo, expresionismo, ya que, la investigación, su rigor en la técnica, en el dibujo, imaginación, comunicación del sentido de la vida, materiales directamente obtenidos de la naturaleza la llevan al eslabón que falta en la pintura contemporánea. En la Exposición de la Casa de América en Madrid en 1.997 se le señala con “Aquí comienza otro mundo”. Querejena en la Exposición Internacional de Tabacalera Española en 1.998 define su obra como la pintora que explora un mundo de ausencias sentidas, desarrollando el entorno de sus vivencias en lo natural. Rotundos, expresivos y fuertes árboles hechos con minuciosidad. 

La pintura de “ Sangoracha” desarrolla dentro del contexto contemporáneo toda una evolución del arte en la naturaleza realizando un estilo propio de Impresionismo, Constructivismo, Expresionismo, Abstracto. Si realizamos un análisis detallado desde él podríamos descubrir ese “paso” ausente desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX, en lo contemporáneo. En “Sangoracha” se aprecia la evolución del arte, el eslabón que falta en la pintura moderna, su personalidad e identidad es única, Mónica Sarmiento “ Sangoracha” sorprende con su pintura no sólo al público sino, también, a la crítica captando extraordinariamente la atención sus obras.

Mónica Sarmiento “Sangoracha” rompe en el arte contemporáneo, con su estilo de pintura que penetra en la mente de todos con su propia personalidad, logrando el movimiento en sus árboles, paisaje y naturaleza; pudiendo apreciarse en el interior de su trabajo la investigación, el estudio de las formas escultóricas, el dibujo y un equilibrio de su colorido que conforman la importancia de sus obras.
La extraordinaria originalidad de su pintura, producto del exhaustivo trabajo e investigación pone de relieve en una época ecológica medioambiental que cobren vida las cortezas, pieles, cáscaras y restos vegetales dentro de una temática en el mundo del arte contemporáneo, con una técnica y armonía en el colorido que conforman la identidad propia de “Sangoracha”, dando  con una nueva concepción al arte.

Mónica Sarmiento (Sangoracha) mediante el árbol recoge la máxima expresión del espíritu de la vida y de los entornos en los que se desenvuelve con un contenido del espacio muy interesante. No existe la ambigüedad o la incertidumbre en sus obras. Todo está claro. Logra una obra extraordinariamente peculiar y rotunda, transmitiendo un equilibrio fascinante a su composición, fundada de significación. El resultado refleja una visión sugestiva sin grado alguno de afectación, por lo que, en ningún momento puede apreciarse una falta de deleite en todos sus aspectos, en el contexto natural de sus obras.

Mónica Sarmiento (Sangoracha) mediante su pintura constructiva ignora, el desprecio, lo sentimental,  y anecdótico, problemática que le surge a cualquier pintor contemporáneo,  facilitándole  los más ruinosos comentarios  y con toda razón. Nada de esto encontramos en sus obras. Muy al contrario lo que hallamos es una objetividad en la representación de los temas. No realiza una manipulación huyendo de lo pintoresco, ñoño  y vulgar, pudiendo apreciar en su trabajo una seriedad en el buen hacer e identidad propia.

 Para “Sangoracha” el árbol, la naturaleza, el movimiento, volumen y espacio unidos al equilibrio de su paleta adquieren un nuevo y amplio sentido,  y un orden adecuado del tratamiento de la materia que muestra una concepción del arte diferente, plasmando la vida natural, tal cual es, pero eso sí, sin caer en la exageración, y atrayendo en gran medida la percepción del espectador.

La dimensión espacial recogida en el árbol, paisaje y naturaleza siempre con la identidad propia de un sentido de vida. Para “Sangoracha” el árbol como instrumento de la propia creación en su interior recoge el alma humana encontrándose también en los paisajes un estímulo para su quehacer pictórico. Su singular método de trabajo compagina investigación, técnica y disciplina, una disciplina basada en la investigación, imaginación en el que intervienen los recursos naturales con una solvencia de su color, por medio de sus empastes y una destreza en el atrapamiento del espacio y la luz en el tablero que producen esa sensación de movimiento y volumen existente en el cuadro.

Mónica Sarmiento (Sangoracha), le da a sus obras esa peculiaridad tan difícil para los pintores de la personalidad propia de que, a distancia se puede decir con toda precisión que es una obra de “Sangoracha”.
Ritmos de la naturaleza
por Wilson Hallo
Quito, Febrero 2.000

Para entrar en una compresión de las manifestaciones estéticas contemporáneas del Ecuador y América, necesitamos hacer un análisis histórico permanente, además extensivo a lo contemporáneo de las raíces que las ambientaron e influyeron en su conformación.

Dentro de este esquema, diremos que cuando percibimos los planteamientos y concepciones estéticas de las creaciones Valdivia (4300-1500 A.C.), especialmente peinados y vasijas, se evidencia que los “ritmos” primordiales abarcan la fluencia de líneas y formologías que son acordes a sus espacios naturales y vivenciales, que están integrados a las expresiones permanentes encontradas en las cerámicas, piedras o pinturas corporales. Esta misma persistencia de ritmos apreciamos en las cerámicas antropomorfas y vasijas de la cultura Machalilla (1700-1500 A.C.), donde los ritmos incisos nos llevan a admirar su secuencias mágicas.

Al testifica la cultura Chorrera (1500-500 A.C.), veremos que la actitud creativa, deviene de una propuesta intelectiva más amplia, posiblemente porque a diferencia de las etapas culturales anteriores, ellos (la Chorrera) satisficieron ya sus necesidades primarias y disponían de mayor tiempo para la creatividad. Esta es una de las culturas más desarrolladas de su época. Los factores estéticos tiene mayor estructura conceptual. Estos avances servirán de punto de partida para otras culturas indígenas americanas existentes, antes de la Era de Cristo; como la Olmeca en México, Chavin en Perú, presumiendo para ello, contactos regionales.

Estos procesos han sido estudiados por Mónica Sarmiento, especialmente por su vinculación con el artista ecuatoriano, Estuardo Maldonado (generación del 60); transformando sus enseñanzas en idioma propio, añadiendo otros aportes que se han vuelto emblemáticos en su creatividad, al emplear materiales orgánicos como cortezas de varios frutos naturales que nuestra geografía produce. Integra a esa permanente estética de los ritmos, que apreciamos en las culturas precolombinas mencionadas, las complementa con una propuesta de color.
Añade una actitud secuencial, resultante de su relación con Carlos Cruz Diez, artista cinético venezolano con el que trabaja en 1998.

En el arte americano del Siglo XX, se destacan artistas como el catalán-uruguayo, Joaquín Torres García, (1930) quien, impresionado por la arquitectura Inca, abona a un constructivismo inicial, así como también a los nacientes idiomas abstractos de Europa. El ancestralismo desarrollado por Tamayo (1940) en México, Mata (1950) en Chile y en Ecuador por la generación de los 60, en especial de Tábara, Maldonado y Viteri, entre otros, quienes parten de un espacio cons-tructivo heredado de las culturas que habitaron Ecuador por espacio de seis mil años; cada uno se manifiesta con una perspectiva propia.

En Mónica Sarmiento (1998), encontramos un aporte en lo que llamamos “cocina artística”, al usar materiales orgánicos adheridos a una placa de madera. Estos materiales orgánicos configurados por su textura, que al ser tratados con colores, dan un espíritu cercano a los espacios elaborados por el “informalismo español” (Tápies, Cuixart, Canogar, etc.).

Moisés Villelia (escultor catalán), como fruto de una investigación realizada durante su estadía en Ecuador por dos años, hace una mención del uso del color en las culturas precolombinas. Investigación hecha junto al Grupo Piru, puntualiza y dice: que las culturas prehispánicas sabían trabajar con la suma de colores, por ello, en sus obras (cerámicas, textiles, etc.) encontramos colores resultantes de suma y no colores primarios.

Es necesario puntualizar que en los cuadros de Mónica Sarmiento, existe esa misma actitud, priorizando los ocres y sus derivantes, recordando la “pacha mama” (madre tierra), integrando a sus cortezas, un permanente ritmo propio del hombre ancestral y naturaleza americana.

Casi en todo el Siglo 20, los artistas de estas latitudes mantienen una permanente inquietud por todo lo que significa una vertiente ancestral y los tratan de las más diversas maneras. Al finalizar el Siglo, Mónica Sarmiento hace una propuesta válida que enriquece a esta permanente inquietud. Creemos que su persistencia dará frutos positivos.
Mónica Sarmiento Archer: the Structural Essence of the Natural Universe
Joan Gil Gregorio, Barcelona Spain.
Member of the International Association of Art Critics.
traducction: David Ogli and Raquel Ogli Maldonado

In the modern era of globalization, it is becoming self evident that if we do not judiciously sift through the avalanche of information with which we are daily besieged, if we do not carefully analyze that information, we could at any time begin to lose our cultural identity. More and more we are inundated by a torrent of newscasts and data from diverse cultures and it is becoming increasingly difficult to maintain a firm grasp on our memory of past events, often diminishing our ability to gain insight into what has been and what will be. A knowledge of the past, as always, will lead us to an affirmation of our own unique character and is indicative of a willingness to explore our origins as a means to better understand ourselves. This is, without question, the case with Monica Sarmiento, born in Loja, Ecuador in 1967, who was nurtured on a rich and vibrant culture and whose roots are firmly planted in a past resplendent with a distinctive history. The diversity of traditions and ways of life inherent in the culture of her
The Tree Without The Serpent
José Carlos Alvarez
  Art historian Spain (2011) 
traducction: David Ogli and Raquel Ogli Maldonado

One of the most interesting concepts regarding landscapes is one that holds that it is the multisensorial perception of a system of ecological relations emanating from an icon. From this point of view we can appraise two opinions: one that's indicative of the enduring relationship between the landscape and the person who observes through a common lens of perception; the other collateral concept consists of the different relationships bertween the two through the observation given by whoever interrelates with the landscape starting from a cognitive image. The artist Monica Sarmiento in " Leaves In Green" encompasses both perspectives: in the background of the circle she integrates numerous Pre-Colombian
symbols- the material transmutes from sign to value- and melds the memory of the leaves with its appearance- the green universe and the sign are compelled to coexist. Counterparts of strength, it is a history of signs that become sentient. The more we comprehend the medium, the more we become ourselves.

" Three Trees" is an icon that lacks perspective without the title, but that is insignificant in the context of the power of nature; its form reduced to an imperceptible glimpse of circles observed and viewed from a vertical plane. No particular interest accrues to the distinguishable features which try to create the sensation of having always existed with their immemorial forms. Creations inlaid as realities among the trees.

" Movement In Nature" is dynamic ( curved lines), clean (on a white background), textural ( symbols of texture), fanciful ( contrast of red/ blue). Neither the wind nor the seasons inform these symbolic leaves of Monica Sarmiento- the only recognizable season appearinf on a white painting of leaves is the light of desire ( more evident in red-hot than in blue); when nature reposes beneath a mantle of abundance ( texture of the engraved backdrop). It has a potential pictorial mobility ( oblique position) as if the leaves belonged only to the imagination of the artist And The Spectator!
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